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17 de mayo de 2022

Mensaje del Papa Francisco a las Obras Misionales Pontificias

 Mensaje del Papa Francisco a las Obras Misionales Pontificias

El Papa ha enviado un mensaje a la Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias, que reúne a más de 120 directores nacionales llegados de todo el mundo, no en Roma, como es habitual, sino en Lyon, la ciudad natal de Paulina Jaricot, la fundadora de la primera Obra, que será beatificada allí el domingo 22 de mayo. En este mensaje, el Papa Francisco propone la conversión, la oración y la caridad con la misión como las tres grandes enseñanzas de Paulina.


“En este año especial os habéis reunido en Lyon, ciudad donde tuvieron su origen las Obras Misionales Pontificias y donde se celebrará la beatificación de Paulina Jaricot, la fundadora de la Obra de la Propagación de la Fe. De esta obra se cumple el bicentenario, así como el centenario de su elevación, junto a la Obra de la Santa Infancia y a la Obra de San Pedro Apóstol, al rango de ‘Pontificia’. A estas se unió más tarde, reconocida por Pío XII, la Pontificia Unión Misional, que celebra el 150 aniversario del nacimiento de su fundador, el beato Paolo Manna.

Estos aniversarios se enmarcan en la celebración de los 400 años de la Congregación De Propaganda Fide, a la que las Obras Misionales están estrechamente vinculadas y con la que colaboran en el sostenimiento de las Iglesias en los territorios encomendados al Dicasterio. Fue establecida para apoyar y coordinar la difusión del Evangelio en tierras hasta entonces desconocidas. Pero el impulso evangelizador nunca ha fallado en la Iglesia y sigue siendo siempre su dinamismo fundamental. Por eso he querido que el Dicasterio de la Evangelización asuma también, en la renovada Curia romana, un papel especial para favorecer la conversión misionera de la Iglesia (Praedicate Evangelium, 2-3), que no es proselitismo, sino testimonio: salida de uno mismo para anunciar con la vida el amor libre y salvífico de Dios por nosotros, llamados todos a ser hermanos y hermanas.

Os habéis dado por ello cita en Lyon porque allí, hace 200 años, una joven de 23 años, Paulina María Jaricot, tuvo el valor de fundar una Obra que sostuviera la actividad misionera de la Iglesia; unos años más tarde ponía en marcha el ‘Rosario Viviente’, una organización dedicada a la oración y a la puesta en común de donativos. De familia acomodada, murió en la pobreza: con su beatificación la Iglesia atestigüa que supo acumular tesoros en el Cielo (cf. Mt 6, 19), tesoros que nacen del don y revelan el secreto de la vida: solo donándola se posee, solo perdiéndola se encuentra (cf. Mc 8, 35).

A Paulina Jaricot le gustaba decir que la Iglesia es misionera por naturaleza (cf. Ad gentes, 2) y que, por tanto, todo bautizado tiene una misión; mejor dicho, es una misión. Ayudar a vivir esta conciencia es el primer servicio de las Obras Misionales Pontificias, un servicio que realizan con el Papa y en nombre del Papa. Este vínculo entre las OMP y el ministerio petrino, establecido hace cien años, se traduce en servicio concreto a los Obispos, a las Iglesias particulares, a todo el Pueblo de Dios. Al mismo tiempo os corresponde, según el Concilio (cf. Ad gentes, 38), ayudar a abrir cada Iglesia particular a los horizontes de la Iglesia universal.

Los jubileos que celebráis y la beatificación de Pauline Jaricot me ofrecen la oportunidad de volver a proponeros tres aspectos que, gracias a la acción del Espíritu Santo, tanto han contribuido a la difusión del Evangelio en la historia de las OMP.

En primer lugar, la conversión misionera: la bondad de la misión depende del camino de salir de uno mismo, del deseo de no centrar la vida en uno mismo, sino en Jesús, en Jesús que vino para servir y no para ser servido (cf. Mc 10, 45). En este sentido, Paulina Jaricot vio su existencia como una respuesta a la misericordia compasiva y tierna de Dios: desde su juventud buscó la identificación con su Señor, también a través de los sufrimientos que atravesó, para encender la llama de su amor en cada hombre. Aquí está la fuente de la misión, en el ardor de una fe que no se satisface y que, a través de la conversión, se hace día a día imitación, para encauzar la misericordia de Dios por los caminos del mundo.

Pero esto solo es posible –segundo aspecto– a través de la oración, que es la primera forma de misión (cf. Mensaje a las Obras Misionales Pontificias, 20 de mayo de 2020). No es casualidad que Paulina colocara la Obra de la Propagación de la Fe al lado del Rosario Viviente, como para reafirmar que la misión comienza con la oración y no puede realizarse sin ella (cf. Hch 13, 1-3). Sí, porque es el Espíritu del Señor quien precede y permite todas nuestras buenas obras: el primado es siempre de su gracia. De lo contrario, la misión se convertiría en un correr en vano.

Finalmente, la concreción de la caridad: junto a la red de oración, Paulina dio vida a una recogida de ofrendas a gran escala y de una forma creativa, acompañándola con la información sobre la vida y las actividades de los misioneros. Los óbolos de tanta gente sencilla fueron providenciales para la historia de las misiones.

Queridos hermanos y hermanas que componéis la Asamblea General de las OMP, deseo que caminéis por el surco trazado por esta gran mujer misionera, dejándoos inspirar por su fe concreta, su valentía audaz, su generosa creatividad. Por intercesión de la Virgen María, Estrella de la evangelización, invoco sobre cada uno de vosotros la bendición del Señor y os pido, por favor, que recéis por mí”.

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