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4 de junio de 2014

8 de Junio, Día del Misionero Diocesano

Este domingo 8 de Junio se celebra en nuestra diócesis el "Día del Misionero Diocesano". Con ese motivo, hemos pedido a D. Fernando Redondo Pavón, misionero durante muchos años en Brasil, que nos transmita algo de sus muchas experiencias.
Su testimonio es tan interesante que nos impregna a todos, a cerca de lo que significa serlo. Por eso nuestro agradecimiento por dedicarnos su tiempo y darle gracias a Dios por haber elegido ser Misionero.  

D. Fernando Redondo Pavón, Misionero de la Diócesis

Hola a todos y a todas:
Me llamo Fernando Redondo Pavón, soy sacerdote de la diócesis de Getafe, ordenado hace 29 años, de los cuales he pasado quince como misionero en Brasil, los últimos siete en la Prelatura de Lábrea, en pleno corazón de la Selva Amazónica.
En este momento me encuentro en Jerusalén, haciendo un año sabático (estudio, puesta a punto) pues los curas, misioneros, religiosos, también necesitamos actualizarnos.
De la Delegación Diocesana de Misiones, me han pedido que escriba un pequeño testimonio sobre mi experiencia misionera con motivo de la celebración del "Día del Misionero Diocesano".

Antes de pasar al testimonio propiamente dicho, me gustaría aclarar que uno no decide irse como misionero por cuenta propia o sin más. Ser misionero es una vocación y vocación significa ser llamado. Esto yo lo he experimentado en mi vida, pues cuando me sentí llamado al ministerio sacerdotal, sentí que Dios me llamaba a ser sacerdote–misionero. Por eso siempre tuve claro que ser sacerdote para mí era entregar toda mi vida, por supuesto a Dios, pero en el servicio a los más pobres y necesitados, siguiendo el ejemplo de Jesús. La vida misionera me ofrecía y me sigue ofreciendo la oportunidad de vivir así mi ministerio sacerdotal. Al mismo tiempo no debemos olvidar que todo cristiano es misionero y debe realizar su misión allí donde vive. 


Yo mismo antes de ir a Brasil pasé los quince primeros años de mi vida sacerdotal en España. Si me ofrecí a ir a Brasil es porque sin lugar a dudas allí la necesidad es mayor en todos los sentidos. Solo un dato, en la Prelatura de Lábrea donde he pasado los últimos siete años, solo éramos 12 sacerdotes para atender a una población de unos 80.000 habitantes esparcidos en pequeñas aldeas en medio de la selva Amazónica. Para que os hagáis una idea, estas personas viven esparcidas dentro de un área de unos 230.000 km2, casi la mitad de España. Podéis imaginaros que las distancias son enormes y los medios de comunicación muy precarios. Mi medio de transporte más habitual era el barco y a veces debía navegar más de tres días para llegar a las comunidades, quedándome en medio de la selva sin volver a casa más de quince o veinte días, el tiempo necesario para atender a las comunidades en sus necesidades espirituales y materiales.


De esta población de 80.000 habitantes, unos 10.000 son poblaciones indígenas de diferentes tribus y el resto son lo que nosotros llamamos ribereños (mezcla de indios con blancos o negros), que viven en las orillas de los ríos. Todos ellos tienen un nivel de vida muy precario, tanto en lo que se refiere a la alimentación, salud o educación. A esto se une el hecho de que en cualquier momento pueden ser expulsados de sus tierras por los grandes terratenientes o empresas madereras que invaden la selva, apropiándose de su riqueza natural, destruyendo todo lo que encuentran a su paso, incluidas las personas.

Ante esta situación, mi labor y la de los otros compañeros y compañeras, como misioneros de Jesucristo el cual vino para que todos tengan vida y la tengan en abundancia (Cf Jn 10,10), es defender esta vida amenazada en nombre del Dios de la Vida. Esta es nuestra primera acción evangelizadora. Para ello hemos creado pastorales específicas como la Pastoral del niño en defensa de la vida de los niños amenazados de muerte por el hambre y las enfermedades; la Pastoral de la Tierra que lucha para que estas poblaciones, amenazadas de ser expulsadas de sus tierras por la codicia de unos pocos, puedan continuar viviendo en paz y con dignidad en sus aldeas. 
Durante estos últimos siete años como misionero en Lábrea, el obispo me confió precisamente, la misión de coordinar a nivel diocesano esta pastoral (Comisión Pastoral de la Tierra –CPT).

Todo este trabajo misionero, que para algunos puede parecer simple trabajo social, los misioneros no lo hacemos como meros asistentes sociales, sino que forma parte de nuestra misión evangelizadora porque lo hacemos en el nombre de quien hemos sido enviados: el Dios en el que creemos, un Dios que es amante y defensor de la vida, padre de todos, que quiere que estas personas también sepan que Él vive en medio de ellos y los ama y los defiende como a hijos muy queridos. 

Por supuesto que junto a todo este trabajo social, anunciamos de manera explícita la Palabra de Dios, cuidando con esmero la formación y celebración de la fe a través de la propia celebración de los sacramentos, de encuentros de formación en las diferentes comunidades, formando líderes comunitarios, catequistas, animadores de la oración para cuando los misioneros no estamos en las aldeas, sean ellos los que cuiden de la vida de fe de la comunidad, porque a causa de las distancias y de la falta de sacerdotes, muchas de esas comunidades solo tienen la oportunidad de celebrar la Eucaristía una o dos veces al año.

D. Fernando Redondo, Misionero
Me gustaría terminar este pequeño testimonio, señalando que más importante que todas las acciones y proyectos que podamos realizar, es conseguir que estas personas se sientan acogidas, escuchadas, valoradas y amadas, porque como decía un gran obispo Brasileño llamado Dom Hélder Cámara, y así termino este pequeño testimonio:


MISIÓN no es devorar kilómetros,es ir al encuentro de los hermanos y hermanas para acogerlos y AMARLOS COMO DIOS AMA.Si para esto es necesario ir hasta los confines  de la tierra,entonces MISIÓN es partir.


                                                           Don Fernando Redondo Pavón
                                                            Misionero diocesano de Getafe

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