El Papa Francisco continúa su viaje apostólico en México.
Ayer, en el estadio “Venustiano Carranza” de la ciudad de Morelia,
tuvo un encuentro con sacerdotes, religiosas, religiosos,
consagrados y seminaristas. Les habló de la importancia de la
oración: “Hay un dicho entre nosotros que dice así: «Dime cómo rezas
y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo rezas»”. Y les
recordó que “a rezar se aprende, como aprendemos a caminar, a
hablar, a escuchar. La escuela de la oración es la escuela de la
vida y en la escuela de la vida es donde vamos haciendo la escuela
de la oración”.
Jesús
al “introducir a los suyos en el misterio de la Vida, en el misterio
de su vida”, recordaba el Papa, los hace experimentar la novedad de
decir: «Padre nuestro». En Jesús, esta expresión, «Padre Nuestro»,
no tiene el «gustillo» de la rutina o de la repetición, al
contrario, tiene sabor a vida, a experiencia, a autenticidad. Él
supo vivir rezando y rezar viviendo, diciendo: «Padre nuestro». En
los momentos difíciles, “Padre nuestro, no nos dejes caer en la
tentación”.
“Qué
bien nos hace apelar en los momentos de tentación a nuestra memoria.
Cuánto nos ayuda el mirar la «madera» de la que fuimos hechos. No
todo ha comenzado con nosotros, y tampoco todo terminará con
nosotros, por eso, cuánto bien nos hace recuperar la historia que
nos ha traído hasta aquí”. Por eso, el Papa Francisco les habló del
primer obispo de Michoacán, Vasco Vázquez de Quiroga. De hecho el
Papa Francisco celebró esta Misa en Morelia con el báculo y el cáliz
de este misionero.
“Con
ustedes quiero hacer memoria de este evangelizador, conocido también
como Tata Vasco, como «el español que se hizo indio». La realidad
que vivían los indios purhépechas descritos por él como «vendidos,
vejados y vagabundos por los mercados, recogiendo las arrebañaduras
tiradas por los suelos», lejos de llevarlo a la tentación de la
acedia y de la resignación, movió su fe, movió su vida, movió su
compasión y lo impulsó a realizar diversas propuestas que fuesen de
«respiro» ante esta realidad tan paralizante e injusta. El dolor del
sufrimiento de sus hermanos se hizo oración y la oración se hizo
respuesta. Y eso le ganó el nombre entre los indios del «Tata
Vasco», que en lengua purhépecha significa: Papá. Padre, papá, Tata,
abba. Esa es la oración, esa es la expresión a la que Jesús nos
invitó.
Padre,
papá, abba, no nos dejes caer en la tentación de la resignación, no
nos dejes caer en la tentación de la acedia, no nos dejes caer en la
tentación de la pérdida de la memoria, no nos dejes caer en la
tentación de olvidarnos de nuestros mayores, que nos enseñaron con
su vida a decir: Padre Nuestro”.
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