La diócesis de Kankan es una de las tres diócesis de este pequeño país de África occidental, una zona que está sufriendo especialmente la situación de cuarentena y falta de actividad económica, dada la situación precaria en que ya se encontraban antes de la pandemia. Esta diócesis de Guinea – lo de Conakry, la capital, lo ponemos los extranjeros para distinguir las distintas “Guineas” –, que cuenta con 125.000 fieles, limita con Mali, Sierra Leona y Liberia, países cuyas historias recientes han sido luctuosas. Su obispo, Mons. Emmanuel Felemou, siempre ha mostrado su agradecimiento por el apoyo que recibe de las Obras Misionales Pontificias año tras año, y considera que la generosidad de los católicos españoles y de otras partes del mundo que hacen posible este apoyo, son “piedras vivas en la edificación y el fortalecimiento de la fe en mi diócesis”.
En su petición de ayuda al Fondo de Emergencia de las Obras Misionales Pontificias para el coronavirus, Mons. Felemou hace referencia a la situación de desamparo que está afectando a tantas personas de Kankan, que se preguntan qué será de ellos, cuál será su destino. La Iglesia hace todo lo que puede.
Ya mucho antes de esta crisis, como deben saber, explicaba Mons. Felemou, nuestros cristianos vivían en condiciones económicas de prácticamente miseria. Ahora la situación se vuelve cada vez más preocupante: “La mayoría de nuestros cristianos son campesinos. Trabajan duro, a través de pequeñas empresas, campos de arroz, pequeños comercios en el sector informal. Y hay algunos funcionarios: monitores en las guarderías, maestras y maestros en las escuelas primarias, enfermeras en los dispensarios, etc., que esperan su pequeño sueldo para satisfacer sus necesidades alimentarias”. Es para estar junto a ellos para lo que se ha destinado la ayuda de las Obras Misionales. Las normas emitidas para combatir la pandemia han llevado a un aumento en los precios de los alimentos y del transporte, mientras que el cierre de iglesias y actividades pastorales ha sido un duro golpe que pone en peligro la vida de fe. De hecho, las comunidades necesitan una presencia regular de sacerdotes, religiosos y religiosas que estén a su lado.
Muchas parroquias, verdaderos centros de ayuda económica, apoyo educativo y, sobre todo, de esperanza en medio de tantas dificultades, han sido fruto de la colaboración económica de las Obras Misionales Pontificias. La parroquia de San Francisco Javier en Faranah, la de San Luis en Kissidougou o la de Santa Teresa del Niño Jesús de Sogbé, son sólo tres ejemplos de iglesias construidas con las manos de los fieles de Guinea-Conakry y el compartir como familia de Dios de tantos fieles de todo el mundo. Ahora la cercanía y el consuelo a los más necesitados pasa por esta red de parroquias y de comunidades que de ellas dependen.
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