"Queridos amigos
Desde el sur de Chile
quiero compartir con vosotros cómo hemos vivido por esta región del país este
tiempo de pandemia.
Obviamente, como a casi
todo el mundo, nos ha pillado un poco “con el pie cambiado”. En general no
creíamos que fuera a adquirir estas proporciones, inocentes de nosotros. No
obstante fuimos viendo con preocupación el terrible avance de la enfermedad y los
primeros estragos que fue haciendo en muchos lugares.
En mi región, al sur de
Chile, La Araucanía, siempre tuvo niveles bastante elevados de contagio, aunque
inicialmente no tanto en mi ciudad y en las zonas más rurales –que son muchas
en esta diócesis- en las que la distancia social es común porque la gente del
campo no va tanto a la ciudad. Sin embargo poco a poco ha ido llegando a todos
los sectores y en algunos momentos las cifras de contagio han sido altas. A
nivel general en Chile ha habido 835.000 contagios y algo más de 20.000
fallecidos (en un país con tan solo 17 millones de habitantes): De estos en La
Araucanía ha habido algo más de 40.000 casos y han sido 533 fallecidos, en
general más en Temuco y las grandes poblaciones urbanas.
Como cabía esperar la
vida social y económica de todo el país se ha resentido, y más aún en esta
región que es de las más empobrecidas de Chile. En el inicio se frenó la
actividad económica y por supuesto el turismo, que es una fuente de ingresos
muy grande en esta hermosa región. Se perdieron puestos de trabajo y también
muchos que vivían de ventas en comercios minoristas o artesanos en la calle se
vieron en un momento difícil. A esto hay que añadir los graves problemas
sociales en torno a las movilizaciones que tuvieron lugar el año pasado y que
forzaron la votación en pro de la realización de una nueva constitución. A
pesar de la situación aún se han dado varios disturbios y antes del plebiscito,
que fue el 25 de octubre, aún se quemaron dos iglesias en Santiago de Chile.
Por supuesto la vida de
la Iglesia se vio muy afectada. Aquí mucha gente vive en sectores rurales y
solo tienen misa una vez al mes. Los confinamientos y limitaciones de aforo y
movilidad, han provocado que haya lugares en los que han estado más de un año
sin celebraciones de ningún tipo. Económicamente ha sido una ruina y
pastoralmente ha sido muy duro. La gente deseaba reunirse y no siempre era
posible, porque a veces no se podía y a veces los párrocos de avanzada edad no
podían atender por el riesgo de contagio.
A pesar de ello, se ha
tratado de llevar adelante el trabajo pastoral en todo lo posible y cada uno
según sus posibilidades. Facebook, YouTube y zoom se han vuelto canales
habituales para la retransmisión de las celebraciones, celebración de novenas,
del mes de María, y las reuniones de catequesis o de los consejos parroquiales,
así como las sesiones de formación. Esto sin embargo no alcanza a todos, porque
hay muchas zonas de campo a las que malamente llega la señal de internet y
porque hay mucho adulto mayor que no entiende de estas cosas.
Ah!, y tuvimos la gracia
de celebrar la ordenación sacerdotal de 3 diáconos en este periodo. Con
mascarillas y apenas 50 personas en la Catedral… pero con la dicha de estos 3
nuevos sacerdotes, Roberto (en junio) y Reginaldo y Sebastián (en diciembre).
Como se pudo se organizaron diversas actividades de evangelización, no solo en redes, sino también “en vivo”: Llevando al Santísimo sacramento por las calles de los pueblos, ciudades y campos. Incluso desde una avioneta se llevó la bendición sacramental en varias diócesis. Se hicieron caravanas de vehículos a modo de procesión en honor a la Virgen María, o se rezaba el Rosario en los jardines parroquiales para que lo pudieran ver los vecinos… Y siempre que la ley lo ha permitido, mientras no ha decretado cuarentena, se han abierto las Iglesias -al menos en esta diócesis- para que se pudiera celebrar la Eucaristía con los aforos permitidos y estrictas medidas sanitarias. Se puede decir que en los templos no ha habido contagios que sepamos. En todo caso los aforos permitidos en los Templos rozan lo absurdo a mi juicio y sobre todo discriminatorio si comparamos con otros lugares como centros comerciales –que son a todas luces mucho más peligrosos para el contagio- u otros lugares. Pero bueno, con lo que hay ha habido que luchar, y mal que bien se han realizado a final de año comuniones con aforos hiper-reducidos y confirmaciones del mismo modo. Los bautismos se han podido hacer más, porque no suelen convocar a tanta gente.
También se hizo un gran despliegue de ayuda y caridad. Las parroquias han armado canastas de alimentos para familias necesitadas que se llevaban en camionetas hasta sus puertas para ayudarles, sobre todo a ancianos que inicialmente no podían salir a comprar sin miedo y grave riesgo para su salud. Fueron cientos de canastas las que se repartieron a través de las parroquias y colegios. A eso se añade los alimentos que el estado Chileno repartió entre las familias más vulnerables. Siempre parece poco, pero en realidad hay que reconocer que se repartieron muchas.
Los colegios, que
empiezan en marzo acá, apenas tuvieron una semana de clase. El resto ha sido
todo online o con guías de trabajo. Los profesores han trabajado mucho, no solo
dando clases. Ellos mismos han viajado a veces a repartir cajas de comida y
repartir las guías impresas para los alumnos que no tienen acceso a internet en
el campo. Mal que bien, se ha podido salir adelante.
Poco a poco las cosas se
han ido encauzando, el proceso constituyente en marcha, y las medidas de
control sanitario impuestas por el gobierno, con mayor o menor acierto, con
confinamientos parciales o totales en pueblos, parece que han logrado contener
algo el avance del virus. Hoy podemos decir además que Chile es uno de los
países que más rápido está vacunando a la población a un ritmo impresionante.
Van más de 3 y medio millones y se estima haber vacunado a todos en mayo.
Poco a poco confiamos en
poder recuperar la vida cotidiana de nuestras parroquias, aún muy limitada. En
el verano hemos optado por celebraciones en patios y jardines parroquiales por
tener un aforo mayor al aire libre. Dios quiera que con la vacuna podamos
recuperar un poco los ritmos normales, y puedan también aliviarse las sufridas
arcas parroquiales que han quedado a cero en muchos casos. Gracias a Dios, el
Señor y su providencia no nos han faltado.
Sea como sea la pandemia
ha sido una invitación a la conversión y a volver a lo esencial. Tantas veces
nos enredamos en cosas sin importancia o nos creemos que somos una especie de
dioses que pueden prescindir de Dios… y la realidad es que somos frágiles y
pequeños. Es evidente que la pandemia ha puesto al descubierto debilidades
personales y comunitarias… pero es también un tiempo de esperanza, porque hay
mucha gente muy buena que ha trabajado por los demás y porque el anuncio del
Evangelio es hoy más necesario que nunca y se han abierto al “sexto continente”
como nunca antes. No sabemos cómo y cuándo volveremos a la normalidad, pero sí
que sabemos que lo haremos de la mano de Dios que no nos ha fallado y la de
Virgen del Carmen, patrona de Chile, que nos ha acompañado en la tribulación.
Dios os bendiga".
Pablo
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