Si recuerdo bien, saqué esta foto en 2018. Era justo después de celebrar una misa con grupito de chavales de la «Infancia misionera» en una periferia del Este de la R.D del Congo. Estos chavales me recordaban mi vida cristiana vivida desde pequeño. Diría que la mamé en el vientre de mi madre Adolfina, esposa mi padre Pablo, un catequista. Me viene en cabeza la Sagrada Familia. Es verdad que el factor familia me ha permitido crecer en un ambiente cristiano y con naturalidad pero también la amistad con otros chavales del barrio, si bien podríamos ir misa un grupito de amiguetes sin necesidad de compañía de padres. Nada era forzado, nos daba gusto pertenecer a movimientos o grupos cristianos, yo era Scout. Echábamos siempre de menos que llegue el domingo para poder ir a misa y correr tranquilamente en nuestra Parroquia o Sector.
Hasta los 16 años no había pensado que podría ser religioso o sacerdote. Tres factores me motivaron para entrar en la vida religiosa:
Primero, la generosidad de los misioneros («Padres Blancos» y «Padres Asuncionistas (Agustinos de la Asunción) a los que pertenezco que dejaron sus familias y tierras para. Nuestra Diócesis de Butembo-Beni (Este de la R.D Congo) lleva unos 115 años de existencia.
Segundo, estos misioneros, muchos de ellos se hicieron verdaderos hijos de sus tierras de misiones. Algunos aceptaron llevar nombres de nuestras culturas y decidieron morir y ser enterados allí. Llamaba la atención el que no solo fundaron parroquias sino que junto a todas las parroquias había siempre al lado o en la misma colina una escuela y un centro de salud. Diría que tenían la idea clara de la promoción integral del ser humano. Para promover la evangelización y el cuidado de estas obras, estos misioneros optaron por promover primero las vocaciones nativas (femeninas: religiosas y laicas; y masculinas: religiosos y sacerdotes diocesanos) para que colaborasen en la Evangelización de sus propios hermanos. Allí, la opción preferencial por los más necesitados no es un cuento sino un hecho real.
Tercero, el lema de este año «¿Para quién soy yo?» me deja preguntarme cómo y por qué llegué a España, esta tierra de misioneros y de los santos que yo conocía por haber leído a través de sus libros. Quizás sea por la gracia divina que estoy en España o sea una respuesta a la generosidad de aquellos misioneros que lo dejaron todo y que fueron a mi tierra para mostrarnos cuál es el rostro del Dios cercano cuyo Hijo vino a estar con…
Doy gracias a Dios por miles de misioneros y misioneras (laicos y religiosos). Muchos están fuera de sus países, otros lo son al estilo de la pequeña Santa Teresita del Niño patrona de las misiones aunque no salió del convento. Gracias a todos por rezar y amar la misión. «¿Para quién soy yo?» Pues, no sé tú, yo a Cristo y a su pueblo. Un abrazo.
Jean-Claude/Parroquia Santa Teresa del
Niño Jesús/Leganés.
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