Cada día, muchos miles de personas empiezan a vivir como refugiados. Se llama refugiado a quien ha huido de su casa por una guerra o un conflicto y sale de su país hacia un lugar en el que sentirse a salvo. Jesús, que vivió lo mismo, quiere estar cerca de ellos y muchos misioneros están ¡en marcha! para ayudarle en esta tarea.
Dónde encontrarán refugio
Mientras esperan poder regresar a sus pueblos estas personas necesitan encontrar refugio, alguien que les acoja y un poco de ayuda para sobrevivir. Algunos lo encuentran con familiares que ya viven en otro país. Otros consiguen una casa o albergue en países que les acogen y acompañan. Pero hay otros muchos que, además de la pena y el dolor de haber tenido que dejar su hogar, a menudo se encuentran con que no son bien recibidos allí donde ellos esperaban encontrar protección.
Los campos de refugiados
Cuando salen de su tierra, muchos llegan a lugares remotos donde la vida es difícil o a países en los que, en vez de reconocer su necesidad y ayudarles, les ponen dificultades. Entonces solo tienen la opción de solicitar refugio en “campos de refugiados” que son terrenos, más o menos organizados, en los que tendrán un espacio para vivir durante un tiempo. Allí les ofrecerán lonas y algo de material para construir su “nueva casa”. Si tienen suerte y llegan a un campo bien organizado, también recibirán mantas, asistencia médica y un poco de alimento.
Hay que empezar de nuevo
Pero sea donde sea, la vida para alguien refugiado no es nada fácil. Tendrá que empezar a vivir en un lugar nuevo pero sin tener de nada. Los niños quizá consigan volver a estudiar y adaptarse en una nueva escuela. Y sus padres, intentarán conseguir todo lo necesario para el día a día de una familia: comida, ollas, camas y colchones, jabón… Pero también se esforzarán para encontrar algo en lo que trabajar y así poder comprar comida o ropa…
¿Quién les ayuda?
El número de personas refugiadas no para de crecer, pero Gracias a Dios, también crece la generosidad en muchos países -algunos de ellos muy pobres- que deciden acogerles. Hay muchísimas personas y organizaciones socorriéndoles y ayudándoles en todo el mundo; entre ellas, está la Iglesia y muchos misioneros que lo están dando todo para acompañarles y cuidarles.
Uba y Lazer son dos misioneros salesianos que se convirtieron en refugiados en Palabek (Uganda).
Isaac Martín llevaba casi 50 años viviendo con la gente de Lomin cuando, de pronto, todos huyeron y él fue en su busca hasta los campos de refugiados.
Pau es un misionero jesuita que ha pasado seis años junto a los niños refugiados de Mabán.
*Foto de cabecera: Alberto López/Cristina Bermejo. Misiones Salesianas.
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