A la Delegación de Misiones nos ha llegado el testimonio del párroco de la iglesia de los Santos Justo y Pastor de Parla de la Diócesis de Getafe. Este verano estuvo de Misiones por Costa Rica y Colombia.....
Costa Rica
"Dos países de la América en la misión: Costa Rica y Colombia. Dos países en las
que las personas brillan por su sencillez y humildad. Donde se respira el perfume
de Dios. Cualquier persona que te encuentras por la calle te responde: estoy bien,
gracias a Dios. En estos días, el Señor me hablaba al corazón recordándome que
solo los humildes y sencillos de corazón pueden acoger en sus corazones la Palabra
de Dios. Solo en aquel que es humilde Dios puede entrar y hacer su obra. Estas
son las personas que me he encontrado en estos días. Personas con un amor a
Dios.
Cuando salía de España camino de Costa Rica, en el avión, preparaba todo
aquello que yo iba a aportar a los Asociados y a los que me pudiese encontrar por
el camino. Todo lo preparaba con delicadeza y sencillez. Yo iba con un deseo: ser
Misionero y llevar no solo la Palabra de Dios, sino la vida y la espiritualidad del
Padre Pío y de nuestro instituto Siervos del Sufrimiento.
¿Cuál ha sido mi sorpresa? La sorpresa ha sido que el Señor ha sido el que me ha
traído, no solo para que yo hable sino para que le escuche a Él. Me ha querido traer
a estos países para hablarme de nuevo al corazón. El misionero ha sido Él de
nuevo. Hablando de Jesús, del Instituto, de la espiritualidad, del Padre Pío y del
Padre Pierino, era Jesús quien me estaba evangelizando. Estaba poniendo en mi
corazón sentimientos de agradecimiento y de entrega. Me estaba diciendo la forma
de vida que quiere que yo viva y que quiero vivir. Ha sido un recordar de nuevo lo
que el Señor ha hecho conmigo. Me ha recordado lo que quiere de mí como Siervo
del Sufrimiento: una relación más profunda con Él y un enamoramiento más pleno
del carisma del servicio al Sufrimiento. Empezando en mi vida a aceptar, abrazar y
ofrecer mi sufrimiento cotidiano.
Esta semana he podido comprobar de nuevo que anunciar a Jesucristo y el carisma
es una necesidad. Lo necesito. ¡Ay de mi si no lo anuncio! Anunciar es renovar.
Predicando me predicaba.
En estos días he podido descubrir de nuevo a mi familia espiritual. Empecé la
llegada a Costa Rica con la Eucaristía. Allí ofrecí cada paso y cada palabra que
iba a dar. No quería hablar yo. Mis palabras son pobres. Quien quería que
hablase era Él. Así se lo pedí desde lo más hondo del corazón. Mis miedos me podían
y le decía a Jesús: “Ocúpate Tú”.
Estuvimos en los diques donde me encontré con la pobreza, pero a la vez con
corazones humildes que acogían cada una de las palabras que transmitíamos. La
Palabra de Dios solo puede ser acogida con un corazón humilde. Visitamos a la
comunidad de Asociados donde me encontraba como uno más en medio d
e ellos.
Se nota el cariño y la familiaridad que tenemos. Poder hablar con cada uno de ellos
hacia que en mi corazón hubiera un deseo grande de transmitirles a Jesús, al
Padre Pierino y el carisma. A ellos les transmití tres breves pensamientos: hay que
cuidarse uno mismo en la relación con Jesús, hay que cuidar la familia y cuidar la
comunidad.
Al día siguiente estuvimos con los jóvenes, donde les pude hablar de la vocación y
de que escuchasen a Jesús, que tenía algo que decirles. Después de escuchar un
testimonio del Padre Pierino, de compartir el testimonio, acabamos con un
compartir fraterno. Los jóvenes me dieron una gran lección con sus testimonios:
un amor grande al Señor y un empeño en querer seguirle con todo el corazón.
El último día fue el retiro con asociados y simpatizantes. Yo me limité simplemente
a transmitir la Palabra de Dios, la palabra del Padre Pierino y la del Padre Pío. Me
conmovía ver que la palabra del Padre era una luz para ellos. A la vez que predicaba
yo, me predicaba a mí mismo. Soy yo el que necesita vivir así. La dirección
espiritual y las confesiones fueron una constante durante estos días. Qué belleza
transmitir a Jesús y su perdón.
Cuando parecía que todo había acabado no fue así. Después de la cena, me fui a
la casa de las religiosas donde estaba alojándome. Cuando entré, me encontré con
un grupo de juventudes franciscanas. Me pidieron poder exponerles el Santísimo y
que les dirigiera unas palabras acerca del Padre Pio y de la vocación. Les hablé de
mi vocación como Sacerdote y como Siervo del Sufrimiento. Fue una bella
oportunidad también para hablarles al corazón. Me emocionaba. Estaba
emocionado. Esa emoción era una súplica y una oración para Jesús de querer vivir
siempre unido a Él.
Colombia
Llega el momento de partir. Me voy con el corazón lleno del amor de la familia y
del amor de Dios. Siempre que estoy en tierras latinas mi corazón se ensancha y
se llena del amor de Dios. Fueron días maravillosos en la familia de los Asociados
y con las Hermanas. ¡ Todos miembros de una sola familia!.
El vuelo hacia Colombia estaba preparando. En mi corazón había una doble
sensación: por un lado, tristeza de la despedida, de dejar Costa Rica y, por otro
lado, alegría, ya que me iba a encontrar con mi amigo Andrés. Andrés para mí es un
hermano y un amigo. Tenía muchas ganas de verle para poder compartir y pasar
unos días de descanso.
Aquí en España hay un dicho que dice que “el hombre propone y Dios dispone”.
Días de descanso iban a ser, pero también el Padre Pío tenía muchas cosas
preparadas para mí.
Mi llegada a Colombia fue después de dos horas de vuelo. Yo ya me había hecho
al horario ya que había estado con Paulina en Costa Rica 7 días. El camino hacia
Jericó fue de mucha emoción. Mi corazón estaba deseando encontrarme con
Andrés. Habíamos compartido durante 4 años en España y fueron años
preciosos. Llegué a la Catedral donde está destinado. ¡Qué bonito encuentro! La
emoción fue común para los dos. Nos dimos un abrazo e intercambiamos algunas
lágrimas. A día de hoy, escribiendo este relato, todavía salen de mis ojos. Aquí uno
se da cuenta de la importancia de una amistad sana. Una amistad que te lleva
a Jesús con la que puedes compartir y abrir el corazón. Esto es la Iglesia. Una
familia, que vayas donde vayas, no eres extraño y puedes compartir tu fe con
amigos y con hermanos. Así me he sentido yo, tanto en Colombia como en Costa
Rica. Estar con familia donde no soy extraño.
Estos 7 días en Colombia fueron días de descanso, de compartir, de estar con el
Señor y como no, de anuncio del Carisma y de Padre Pío. Estoy convencido de que
fue el Padre Pío quien fue hilando este encuentro. Yo solamente iba a descansar, a
encontrarme con mi hermano sacerdote y a entronizar una imagen del Padre Pío
que ellos mismos habían comprado allí.
Mi encuentro con las personas de allí fue muy especial. Muchos de ellos ya me conocían.
Me ayudó mucho encontrarme con gente sencilla, humilde, de fe, donde ciertas
cosas no tienen tanta importancia como la tienen aquí en España. Yo pude
experimentar allí lo importante de la vida, una fe sencilla y llena del amor de Dios.
Estar compartiendo la experiencia con ellos, la Eucaristía y la oración me puso en
mi sitio de nuevo. Aquí me doy cuenta de que no es tanto lo que yo diga o haga sino
lo que Dios tiene preparado para mí. Como decía antes, yo estaba convencido de que
era el mismo Señor quien quería de nuevo evangelizarme. ¡Cuántos detalles tan
bonitos en la oración, en la Eucaristía, en el trato intimo con Jesús y con Padre Pío!
Yo no me sentía digno de recibir tantos dones.
Andrés me estuvo llevando por la naturaleza, por ciertos pueblos donde mi corazón
y mi mente descansaban. Qué bonito ver aquellas casas en la montaña, esas fincas
con pequeños oasis de agua donde los animales podían beber y refrescarse,
montañas con diferentes tonalidades de color verde... ¡Qué descanso del alma!
Al día siguiente de llegar, el Padre Andrés, en el canal local de televisión, tenía que
grabar un programa de 5 minutos. Este programa trataba de un comentario acerca del
Evangelio del día. El padre me invitó a participar durante los 7 días de programas. Fue
una bendición porque aprovechamos para anunciar por el canal local que el viernes
siguiente íbamos a tener la entronización de la imagen del Padre Pío en la Catedral
y se iba a venerar el mitón-guante de Padre Pío.
Aquí estuvo la mano del Padre Pío. Aquí, tanto Andrés como yo, nos dimos cuenta
del sentido de mi viaje a Colombia. El Padre Pío y el Padre Pierino querían entrar
en Jericó. Jericó es el lugar de nacimiento de Santa Laura Montoya. Andrés decía
que nadie es profeta en su tierra ya que la santa allí no era tan valorada como lo
ha sido el Padre Pío. Este es el juego de los santos.
Mientras contábamos el encuentro que íbamos a tener el mismo viernes, el cámara
que nos grababa, se quedó admirado de que el Padre Pío hubiese llegado. Parece ser
que él era devoto, o le gustaba la vida del santo de los estigmas. Por ello me
planteó dos cosas. La primera, una entrevista de 45 minutos donde pudiese hablar
del Padre Pío, del Padre Pierino y de los Siervos del Sufrimiento. La otra cosa, en
otro programa local, durante 15 minutos, una entrevista acerca de mi vida y padre
Pío. Andrés y yo nos miramos y dijimos, a pesar de que no me gusta salir en televisión,
que sí. Que no éramos nosotros sino la voluntad de Dios. El Padre Pío así lo quería.
Y así fue. Hicimos estos dos programas. El de 45 minutos fue una bonita entrevista que
me hizo a mí el Padre Andrés. Se notaba el cariño y la amistad entre los dos. El me
conocía bien y supo hacer las preguntas que eran necesarias. Ahí pude hablar
detenidamente de cómo el Padre Pío, el Padre Pierino y los Siervos del Sufrimiento
habían hecho una obra importante en mi vida. Pude hablar con el corazón a pesar
del miedo que corría por mis venas.
La otra entrevista ya fue más de andar por casa. Me hicieron dos o tres preguntas más
sencillas.
Llegó el viernes. Una semana muy intensa de emociones. Visitas a diferentes casas.
Subidas y bajadas por las veredas de Jericó. Yo estaba feliz y emocionado de estar
por aquellas tierras. A veces me venía la tentación, el miedo, la ansiedad y el decir:
no me creo que pueda estar aquí. Cuando ocurría esto descansaba en Él. Estos días
en Colombia fueron días preciosos de estar con el Señor. Era Él quien me había
llevado. Su abrazo a través de los demás consolaban mi corazón. El encuentro con
la gente sencilla, el poder hablarles a ellos para mí era un descanso del corazón.
Estaba hablando de lo que mi corazón está lleno: de mi amor a Dios, de mi amor al
Padre Pío y al Padre Pierino. Me daba cuenta que en la sencillez puede entrar Dios.
Así era. Un corazón sencillo y humilde puede dejar que las palabras lo atraviesen y
lo transformen.
Comencé el encuentro con una breve charla sobre la vida y la espiritualidad del
Padre Pío. Me di cuenta de cómo la gente vibraba con su vida y su espiritualidad. Se
emocionaban de ver la obra de Dios en este fraile. Luego nos encontramos con
gente que había venido de los distintos lugares, no solo de Jericó, sino también
de Medellín. El Padre Pío había entrado en ellos. Algunas otras parroquias de los
pueblos de alrededor habían pedido al Padre Andrés la posibilidad de ir a llevarles
el mitón y la vida del Padre Pío, pero no pudo ser. Lo que sí vimos es que vino gente
con devoción al Padre y que no se era consciente y, por otro lado, el encuentro con
la imagen y el mitón despertó el hambre por conocer la vida de este santo que ha
llevado a tantas almas al Corazón de Jesús.
Después de la charla hicimos la bendición de la imagen y la colocamos en el altar
de la Catedral junto al mitón del Padre Pío. La gente se acercaba a ella emocionada.
Con sus peticiones en el corazón, como les dijimos, para que el Padre Pío se las
presentase a Jesús. Gente humilde y sencilla que le ofrecía a su familia, a sus
enfermos, a sus amigos y sus sufrimientos personales. Cuando el Padre Pio entra
en el corazón de una persona que sufre, ya no sale más.
Para finalizar el acto, hicimos la oración “Has venido a visitarme” y pasaron uno a uno
a presentarles a través de la reliquia, sus súplicas y peticiones. En la Catedral habría
unas 70 personas. Durante el fin de semana pasaron muchas personas de los
distintos pueblos, grupos de jóvenes, de monaguillos donde puede explicarles quién
era este santo y la obra que había hecho con los Siervos del Sufrimiento. Qué bonito
poder hablar de lo que a uno le ha hecho tanto bien.
Padre Pío ha querido quedarse en Jericó junto con Santa Laura Montoya. Yo
estoy convencido de que juntos harán de las suyas y tocarán el corazón de todo este
pueblo de Jericó.
Llegó el lunes. Era el momento de marchar para España. La misión se había
cumplido. No por mí sino por el Santo Fraile. Él fue quien movió los hilos. Nosotros,
los sacerdotes, éramos meros instrumentos.
El Padre Andrés quedó feliz de la obra del Padre Pío en su corazón y en la Catedral.
Él había estado conmigo en San Giovanni Rotondo, y esa visita le hizo mucho bien
también en su ministerio sacerdotal.
Era el momento de despedirnos. Un abrazo de hermanos y amigos hizo que otra
vez más nuestras vidas se unieran más para siempre. Es un regalo tener amistades
santas y buenas. Amistades donde poder hablar de las cosas de Dios y de lo que
pasa por nuestros corazones.
Si Dios así lo quiere, hablábamos entre nosotros, el próximo año haremos las visitas
por las distintas parroquias de la zona donde no se pudo llevar la reliquia y el
testimonio del Padre Pío, Padre Pierino y los Siervos del Sufrimiento.
Doy gracias a Dios. Han sido unos días en los que el Señor nos ha bendecido a través
de la vida de los Santos. Durante estos días estuvimos visitando la casa de Santa
Laura Montoya y la casa natal de un mártir de la guerra de 1936 en España, de
Barbastro. Los Santos nos llevan siempre a Jesús".