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15 de octubre de 2024

Misión en Camaná (Perú) por los Jóvenes Misioneros de la Diócesis de Getafe- DOMUND 2024

Este verano, los jóvenes misioneros que se fueron a Camaná (Perú), vivieron esta experiencia misionera que comparten en la semana del DOMUND.

 PERÚ 2024 

“Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia.” Montada en el avión de vuelta a casa pensaba en cuánto debo dar gracias al Señor y lo poco que es mi agradecimiento comparado con todo lo que nos ha sido dado. Este julio, 22 misioneros de la diócesis de Getafe junto con el padre Miguel Luengo, hemos estado en Perú como instrumentos de lo que indudablemente es la ocupación más maravillosa de todas: la Obra del Señor. 

Aunque las palabras que pongo por aquí son fruto de mi vivencia, a mi experiencia sin duda se le suma la de tantos otros; otros que también han descubierto que el sentido de nuestra vida no es otro que el de ser luz en un mundo de tinieblas. 

La esperanza nos salva. Cárcel 

Por las mañanas, parte de los misioneros íbamos a la cárcel a dar catequesis a los presos. En esa pequeña prisión de la municipalidad de Pucchún con capacidad para 90 internos en la que en realidad había 445, hemos visto auténticos milagros. 

De todas las mañanas que pude compartir con ellos, hay una que guardo con un cariño especial porque sin comerlo ni beberlo “me tocó” darles una catequesis sobre el Cielo a una veintena de ellos. Sus caras durante los aproximadamente 40 minutos que duró eran de absoluta admiración, como las de los niños pequeños en la cabalgata de reyes cada 5 de enero. ¿Pero, que tenemos un hueco en el Cielo? ¿Cómo que podemos ser santos? Muchas catequesis estuvieron marcadas por las innumerables preguntas anónimas que incansablemente respondía Nacho o el cariño que le ponía Ro a rezar el Rosario con las mujeres. 

En la cárcel percibí el sufrimiento como nunca antes lo había visto. En el pabellón de las mujeres había dos crías de menos de tres años que marcaron profundamente mis primeros días allí. Los deditos de Luciana tocando los míos entre las rejas de la puerta de su pabellón y ver sus enormes ojos negros a través de la rendija formaban en mi garganta un nudo cada vez que alcanzaba a extenderle mi mano. Y sin embargo, ver como cada vez que entraba Javi en el pabellón sus dos bracitos le rodeaban fuertemente el cuello para abrazarle, me llenaba de esperanza y deshacía el nudo. 

 Porque el Señor actúa así, deshaciendo madejas. 


Ante el sufrimiento del otro, encontré un consuelo fundamental en la oración. A veces solo queda descalzarse ante la vida del otro porque el terreno que pisas, a menudo quemado y en polvorosa, es sagrado. Delante del Sagrario, la mayoría de mi tiempo lo ocupaban ellos ¿cómo poder aliviar su sufrimiento cuando las palabras parece que no valen nada y el dolor es absolutamente desgarrador? Pues porque Dios existe; ¡y menos mal! El sufrimiento tiene sentido porque está Cristo padeciéndolo contigo. También me ayudaron las palabras de Luengo sobre la cárcel “una expresión del Amor de Dios puede ser también que nada te salga bien en la vida, que todo se complique, que a menudo no comprendas algo”. Escuchar la vida de algunos me llevaba a la mismísima Pasión de Cristo. Recuerdo pensar “esta gente ha acompañado al Señor en los m
omentos más duros de su vida y sin duda también Él ha estado con ellos en las heridas que mejor esconden”. Esto era lo único que a veces me salía decirles, que en el sufrimiento no están solos y que están llamados a la Eternidad. Esto, vi enseguida que era una llamada concretísima para mí; si de verdad me creo que el premio es la Vida Eterna, si me creo de verdad –como esos ojos que me miraron asombrados durante la catequesis– que el Cielo es mío, ¿cómo voy a estar más pendiente del sufrimiento terrenal que de la alegría que no se acaba? 

Por eso aun así, lo que más me impactó de la cárcel y sin duda con lo que me quedo es con haber podido ver y tocar el Amor que Dios le tiene al hombre. Cómo se desvive por cada una de las almas que Él ha creado y va a buscarlas a sitios recónditos igual que el buen pastor, incluso si esos lugares pasan por la esquina del pabellón En donde algún preso estará haciéndose un huevo frito en el suelo. Eso y ver la Misericordia de Dios derramada por toda la prisión han derrumbado todos mis esquemas. Yo, que siempre he sabido que Dios es bueno, o por lo menos eso decía de boquilla. A algunos Dios nos tiene que sacar de nuestra casa, llevar al otro lado del Atlántico y mostrar su grandeza casi con confeti y luces de colores porque de otra manera, los más pobrecillos, nos olvidaríamos –aún– más rápido. 

Coles - campamento 


La otra mitad de los misioneros fueron a los coles de Montecarmelo y Alto Huarangal. Dos colegios ciertamente diferentes con necesidades muy –MUY– diversas. 

Durante las dos semanas que a los niños les era concedido eso mundialmente ansiado por todos llamado vacaciones, hicimos un campamento urbano en uno de los coles. En el campa no faltaron los juegos, las casitas sobre la roca con coreografías incluidas, las catequesis, las competiciones deportivas o jugar al escondite con algunos niños y nuestra querida directora. Como no podía ser de otra manera, los peques venían siempre contentísimos. 


Con respecto al cole, a Ana y Bea estoy segura de que el Señor las ha elegido para muchas cosas pero que una niña se haya sentido querida por primera vez gracias a ellas ha merecido cada uno de los minutos que han pasado en Camaná y por eso, la vocación no puede aprenderse en los libros. 


Mención especial merecen René y su furgoneta –porque muchas veces la Providencia tiene nombre propio– donde se dieron algunos de los mejores conciertos “mañana me bautizo, bautizo, bautizo” y sirvió para que muchos de los niños de los cerros pudieran acercarse al campamento. 

Cerros 

Por las tardes nos dividíamos e íbamos a los cerros de Paraíso, Don Jorge y Bella Unión a dar catequesis y celebrar la Eucaristía. Cada uno de su padre y de su madre como se suele decir, con sus necesidades, su gente, su manera de hacer las cosas… 

En Don Jorge los niños brillaban por su presencia. La encargada de este cerro era Andrea, que la misión la lleva en vena y sabe bien que se empieza desde casa. Era el primer año que veníamos aquí. y este cerro parecía poco menos que un parque de bolas con tantos niños deambulando por ahí. Los niños salían de debajo de las piedras cada vez que escuchaban el motor de nuestra furgo y que las ruedas no atropellaran algún que otro pie es obra de los muchos ángeles de la guarda que había por esas calles. Siempre me alucina todo lo que se puede aprender de los niños. 

 Decir “Señor mío y Dios mío” siempre una vez más como Austin, hablar “de Dios de Dios de Dios” todo el rato pero también de “la Santamaría, la Santamaría”, así, todo junto. Aunque quizá más difícil que aprender de ellos es hacerse un igual como hizo Pablo, no cansarse de su vitalidad arrolladora ni de noche ni de día como Gabi, cuya alma distaba de la de Jose María por unos años y una nacionalidad o Arantxa y María Cerrillo cuya presencia de alguna manera calaba en tantísima gente, en parte por ser las más jóvenes del grupo –y también las más valientes–. 


El cerro de Bella Unión, al que íbamos por segundo año, estaba encabezado por Elvi, que hacía muchas cosas más que rezar pero ninguna tan importante como esa. Hay quienes a veces nos sentimos más bien prescindibles, pero habría tantos niños que no hubieran venido si Chiva no fuera misionero y se hubiera convertido casi en un hermano para Yoshiro… o Pedrós con ese desparpajo que tiene para tenernos en vilo mientras cuenta historias y dejar huella sin siquiera pretenderlo. 

A Paraíso fuimos por tercera vez –y es cierto eso que dicen porque en muchos sentidos la tercera ha sido la vencida–. A mí personalmente me ha encantado volver a esas colinas llenas de polvo desde donde casi nunca pueden verse las estrellas pero, ay cuando se ven... La capilla, el lugar en el que me enamoré de Camaná, estaba exactamente igual que el primer año, con muchas de las mismas caras y eso sí, techo nuevo. Me ha gustado especialmente ver cómo hay cosas que nunca cambian como observar a Cris en la tienda hablando con Juana o yendo a buscar a Noé; porque si alguien tiene el corazón llenito de Paraíso es sin duda ella y eso me ayuda tantísimo… También el esfuerzo de subir cada día a Julia en la silla de ruedas por la cuesta pedregosa aunque la espalda matara a Bosco o ir a la última casa del cerro a por Sabino para invitarle a bajar a Misa. 

Cada vez estoy más convencida de que los cimientos de la misión son las labores menos vistas por ojillos humanos, a menudo más pendientes de los frutos visibles que de su trascendencia. Y de ello estoy convencida de verdad, no porque es lo que se suele decir o porque queda “bonito” escribirlo sino porque no hay más que venir aquí para experimentar que estos pueblos se sustentan en la oración infatigable de tantas mujeres que a su vez sostienen a los sacerdotes para que estos puedan cuidar a sus fieles como hace Luigi. Así, acompañar a un puñado de carmelitas en faenas cotidianas ciertamente aburridas, como Gabri, cuidar a los de siempre desde la discreción como Carmen o vivir la misión como María, a quien jamás vi una mala cara o quejarse por algo, se transforman en las tareas más grandes a ojos del Padre. Algunos, en esta sencillez, han reforzado la vida a la que Cristo les llama, como Sara y Juandi siendo luz en el hospital tanto en pasado como en gerundio. 

Nos acostumbramos a lo bueno. Sacramentos 

Bautizos, comuniones, confirmaciones… Qué difícil me parece hablar de los sacramentos sin ensuciarlos. Sacramentos: lugares de encuentro con el Señor. Y nos quedamos tan anchos cuando vamos al bautizo de un primo a alguna parroquia de Madrid. Qué barbaridad. ¡Que no te acostumbres, que esto es muy grande! 

También –menos mal– he tenido la suerte de ver cómo algunos no se habitúan y si no que se lo digan a Pinazo, que al tercer bautizo debía haber estado más bien cansado de tanto levantarse y sentarse y sin embargo seguía radiante acompañando del primero al último de sus ahijados. 

En los sacramentos me pasó algo curioso que no me esperaba para nada. Durante la consagración en la misa del penal me fijé en Rodrigo, uno de mis ahijados, y cuando vi los ojos con los que miraba al Cuerpo de Cristo sentí una mezcla de envidia y admiración. Envidia de ese saber reconocer la Verdad cuando te topas de frente con ella que tienen los corazones sencillos. Lo mismo pasaba en los cerros, a menudo las madres que frecuentaban las catequesis en Don Jorge mostraban un recogimiento en la oración digno de aquel que ha tenido un encuentro genuino con Dios. 

Quienes veo que menos se acostumbran a lo bueno son Óscar y Gustavo –dos misioneros camanejos de pura cepa–, lo cual no me puede llenar de más esperanza. Óscar junto con su esposa Milagros ha dado el reposo y ha acogido al Señor al pie de la letra. Tavo, por su parte, es testimonio de lo bien que hace Dios las cosas y de cómo aprovecha cada momento para hablarnos al corazón, que de eso él sabe mucho. 


Hay tantísimas cosas que se me quedan en el tintero… confesiones milagrosas que ocurren tras años de misión, un pavo que reza más que la mayoría, las muchas misas por los difuntos que celebramos, las procesiones en las que el mismo Jesucristo Sacramentado se paseó como uno más de los vecinos por los cerros o ver una juventud despierta y atenta a las necesidades de sus vecinos. Tantas miradas vivas, inquietas, penetrantes… Sería imposible sintetizar tantísimos recuerdos en este espacio. 

Hacia el final de la Misión, Christian me preguntó bajando de Paraíso cómo describiría la misión con solo una palabra. “Gratuidad”, dije yo sin pensármelo demasiado. Gratuidad porque a mí jamás se me ha pedido nada, todo me ha sido regalado desde el momento en el que pisé este mundo hace 24 años; y gratuidad también porque el tesoro que durante este mes hemos compartido al sur del Perú, nos ha sido regalado inmerecidamente. 

 Y ¡menos mal! ni el rey más engalanado y rico del mundo podría haberlo pagado jamás porque tal y como dijo el rey Salomón: “dar por este amor todos los bienes de la casa sería despreciarlo”.

1 de octubre de 2024

Misión en San Salvador este verano por la Diócesis de Getafe

Hoy que se celebra Sta. Teresita de Lisieux, Patrona de las Misiones y este es un testimonio apropiado para este día misionero. Se trata del grupo de jóvenes que fueron a San Salvador, este verano, con el padre Mateo Felipe Romero Padrón de la parroquia S. Vicente de Paul de Valdemoro y vicario de Sta. Mª. Magdalena de Ciempozuelos, actualmente.


 "Misionero". Después de 28 días en El Mozote, un pueblo perdido en el departamento de Morazán, en El Salvador, puedo decir con certeza que "misionero" es la mejor manera de describir a Inma, Pascu, Ana González, Alessia, Lluca, Richi, Carmen Harguindey, Macarena, Sofi, Elisa, María de Mingo, Carmen Vázquez, Lucía Manrique, Juan, Lucía García, María Cornide, Marta, Valeria, Ana Ybarra y al Padre Mateo. 20 personas que acabamos, de alguna forma, en ese pequeño pueblo, entregándonos al máximo. 


El 17 de julio de 2024 aterrizamos en San Salvador, la capital, llenos de ilusión, miedo (tanto a los bichos como a las 14 horas de vuelo), incertidumbre y ganas. Antes de llegar, tuvimos varias reuniones para prepararnos, y en una de ellas nos dijeron que las monjas que nos recibirían en El Mozote llevaban dos años rezando por cada uno de nosotros. Eso me dejó impresionada, saber que Dios ya había preparado este camino para nosotros dos años atrás, aun sin conocernos. Y ahí estábamos, dispuestos a entregarnos al completo.

Los primeros tres días, la comunidad católica "El Salvador del Mundo" nos recibió como si fuéramos parte de su familia. Nos enseñaron la ciudad y nos contaron sobre San Óscar Arnulfo Romero, el santo que nos acompañaría en la Misión. Él entregó su vida por el pueblo salvadoreño, y estamos convencidos de que estuvo con nosotros todo el tiempo. Esos días nos sirvieron para empaparnos de la cultura y la historia de un país pequeño, pero lleno de sufrimiento. Poco a poco, nos dimos cuenta de que no íbamos solo a dar, sino a aprender de las personas que conoceríamos, de su capacidad de salir adelante con la fe en Dios. 


El 20 de julio, tras un viaje largo y con tormenta incluida, llegamos por fin a El Mozote, un pueblo que sufrió una masacre en 1981 en la que murieron 989 personas. Ese sería nuestro hogar por los próximos 25 días, en la casa de retiros San Óscar Romero, parte de la Comunidad Communio Sanctorum. Ahí viven cuatro hermanas: Verónica, Marta, Berenice, y Vilma, quienes dedican su vida a adorar a Dios en la capilla de adoración perpetua. No tengo palabras para describir la santidad de estas mujeres. Nos cuidaron durante toda la Misión, preocupándose por cada uno de nosotros y rezando mucho. Estaremos eternamente agradecidos por su entrega y por habernos permitido estar en su casa, incluso aun siendo un grupo de 20 jóvenes inquietos. 


La capilla de adoración perpetua fue un regalo de Dios durante esos días. Está en una pequeña col
ina dentro del recinto de la casa, y el Señor está expuesto las 24 horas del día. Es un lugar impresionante, donde solo estás tú y Él, con el sonido de la lluvia de fondo y los bichos que nos venían a visitar de vez en cuando. Tuvimos la suerte de ayudar a las hermanas acompañando al Señor por las noches. Subíamos en parejas a adorar durante una hora cada noche. A veces costaba más, a veces menos, pero lo importante es que estábamos allí, pidiendo por la gente que íbamos conociendo y por ser instrumentos de Dios. Todos los domingos nos reuníamos para compartir cómo nos sentíamos y cómo veíamos la Misión, y aunque estuviésemos cansados, felices o tristes, siempre llegábamos a la misma conclusión: la oración es lo más importante. Subir a la capilla al menos cuatro veces al día, era lo que sostenía la Misión y a nosotros mismos. 

Algunos días, mientras unos se quedaban en El Mozote, otros iban a misionar a comunidades cercanas, a ayudar a las personas que íbamos conociendo o a visitar el colegio en el que disfrutábamos muchísimo estando con los niños. Muchos de estos niños iban los sábados a la casa de las hermanas a recibir catequesis y durante el tiempo que estuvimos ahí la dábamos nosotros. En una de ellas hablando sobre la vocación, hicimos una pregunta: “¿alguno sabe cuál es su vocación?”, y varios de ellos contestaron: “yo quiero ser misionero como Ustedes”. Es difícil expresar con palabras lo que sentimos en ese momento, pero en resumen, una inmensa felicidad. 

Las misas eran momentos muy especiales. Rezábamos el rosario con la gente del pueblo, y el Padre Mateo, conocido cariñosamente como "Padrecito Mateo", antes de la misa confesaba durante más de una hora. Los jueves, además, teníamos una hora de adoración, que siempre se alargaba porque Mateo seguía confesando. Después de misa, nos dividíamos para visitar las casas del pueblo y los alrededores. Siempre nos recibían con los brazos abiertos y nos ofrecían un “pequeño refrigerio”, lo que venía siendo un buen plato de comida. Su generosidad nos impresionaba. 

Algunos de nosotros acompañábamos al Padre Mateo y a las hermanas a llevar la comunión a los enfermos o ancianos que no podían ir a misa. Esos momentos fueron muy especiales, porque podíamos conocer mejor a las personas, escucharlas y acompañarlas. No íbamos para cambiar su situación, sino para estar con ellas y hablarles de Dios. Puede parecer una locura cruzar“el charco” solo para hablar de Dios, pero para nosotros, no había mayor sentido en esa "locura". Es lo mínimo que podría hacer una persona que ama realmente al Señor y que quiere entregar su vida por completo a Él, dándose a los demás y llevando el Evangelio al mundo entero. 

Las tardes eran un no parar. Después de comer, recibíamos a niños, jóvenes y adultos para darles clases de lectura, matemáticas, lengua y hasta guitarra. Mientras unos daban clases, otros misionaban en una comunidad cercana llamada "La Laguna", a la que le cogimos mucho cariño. Nos alegra saber que, hasta el día de hoy, siguen rezando el rosario. Lo que empezó con jugar al futbol después de misa, terminó con unas misas y rosarios en los que participaba toda la comunidad, sobre todo los niños. Nos conmovió mucho cuando el último día Tomás, un miembro de la comunidad con un inmenso anhelo en el corazón de querer que cambien las cosas, dio un discurso entre lágrimas animando a todo el mundo a continuar y mantener, aunque fuese poco, lo que les habíamos podido enseñar. Se nos saltaron a todos las lágrimas al escuchar esas palabras ya que eran verdaderamente uno de los frutos de esta Misión. Ya solo con eso valía la pena todo. El día más especial fue sin ninguna duda el último, el día de los bautizos. Ojalá no hubiese terminado nunca porque realmente sentimos una felicidad que estoy segura de que era un trocito del cielo. Se bautizaron un total de 7 niños, tanto de la comunidad de El Mozote como de La Laguna. Fue un día en el que las lágrimas fueron las protagonistas. No sé realmente cómo explicarlo, se veía a Dios en cada una de las personas. Algunos de los misioneros tuvimos la gran suerte de poder ser padrinos de los niños que se iban a bautizar y, sin ninguna duda, puedo decir que es uno de los mayores regalos que nos ha hecho Dios. Ver como Mauricio, nuestro ahijado, nos miraba a Richi y a mí, y con una sonrisa nos decía “por fin voy a ser hijo de Dios”, me llenaba de felicidad. Cuando por fin se bautizó fue corriendo a abrazar a su madre y en sus brazos se puso a llorar desconsoladamente de la alegría que sentía. 

Al terminar la misa tocaban las despedidas, ese momento que sabíamos que iba a llegar pero que nadie quería que llegase. Teníamos todos un cúmulo de emociones dentro de nosotros: tristeza por irnos, felicidad de haber conocido a tanta gente maravillosa, agradecimiento a las personas de la comunidad por habernos acogido y habernos querido de esa manera… pero, sobre todo, agradecimiento a Dios por habernos escogido y habernos hecho instrumentos suyos. “Porque muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mt 22, 14). Estaremos siempre agradecidos porque el Señor nos ha escogido y hemos sabido responder con un “Sí” a su llamada. 

El padre Mateo nos repetía los últimos días que una parte de su corazón se quedaba allí. Y creo que eso se ha hecho verdad en todos nosotros. Eso es, en definitiva, la Misión. Dejar el corazón. DejarLe el corazón. Y que Él se valga de tu corazón para que dé fruto. 

Nos despedimos con una extraña sensación de alegría mezclada con la pena que nos da irnos, pero convencidos de que ahora nuestra Misión está en nuestras casas, comunidades, parroquias, y universidades, y dispuestos a seguir entregando nuestro corazón a Dios. Entregándonos en el día a día para seguir siendo misioneros, para seguir sirviéndole a Él. 

Y, por supuesto, con la mirada puesta en volver algún día a aquel pueblo al otro lado del mundo que durante un mes tuvimos la suerte de considerar nuestro hogar.



DELEGACIÓN DE MISIONES DE GETAFE

4 de septiembre de 2024

Unos días para la Misión- 2024 por el P. Isaac Parra de la Diócesis de Getafe






A la Delegación de Misiones nos ha llegado el testimonio del párroco de la iglesia de los Santos Justo y Pastor de Parla de la Diócesis de Getafe. Este verano estuvo de Misiones por Costa Rica y Colombia.....

Costa Rica 

"Dos países de la América en la misión: Costa Rica y Colombia. Dos países en las que las personas brillan por su sencillez y humildad. Donde se respira el perfume de Dios. Cualquier persona que te encuentras por la calle te responde: estoy bien, gracias a Dios. En estos días, el Señor me hablaba al corazón recordándome que solo los humildes y sencillos de corazón pueden acoger en sus corazones la Palabra de Dios. Solo en aquel que es humilde Dios puede entrar y hacer su obra. Estas son las personas que me he encontrado en estos días. Personas con un amor a Dios. 

Cuando salía de España camino de Costa Rica, en el avión, preparaba todo aquello que yo iba a aportar a los Asociados y a los que me pudiese encontrar por el camino. Todo lo preparaba con delicadeza y sencillez. Yo iba con un deseo: ser Misionero y llevar no solo la Palabra de Dios, sino la vida y la espiritualidad del Padre Pío y de nuestro instituto Siervos del Sufrimiento. 

¿Cuál ha sido mi sorpresa? La sorpresa ha sido que el Señor ha sido el que me ha traído, no solo para que yo hable sino para que le escuche a Él. Me ha querido traer a estos países para hablarme de nuevo al corazón. El misionero ha sido Él de nuevo. Hablando de Jesús, del Instituto, de la espiritualidad, del Padre Pío y del Padre Pierino, era Jesús quien me estaba evangelizando. Estaba poniendo en mi corazón sentimientos de agradecimiento y de entrega. Me estaba diciendo la forma de vida que quiere que yo viva y que quiero vivir. Ha sido un recordar de nuevo lo que el Señor ha hecho conmigo. Me ha recordado lo que quiere de mí como Siervo del Sufrimiento: una relación más profunda con Él y un enamoramiento más pleno del carisma del servicio al Sufrimiento. Empezando en mi vida a aceptar, abrazar y ofrecer mi sufrimiento cotidiano. 

Esta semana he podido comprobar de nuevo que anunciar a Jesucristo y el carisma es una necesidad. Lo necesito. ¡Ay de mi si no lo anuncio! Anunciar es renovar. Predicando me predicaba. 

En estos días he podido descubrir de nuevo a mi familia espiritual. Empecé la llegada a Costa Rica con la Eucaristía. Allí ofrecí cada paso y cada palabra que iba a dar. No quería hablar yo. Mis palabras son pobres. Quien quería que hablase era Él. Así se lo pedí desde lo más hondo del corazón. Mis miedos me podían y le decía a Jesús: “Ocúpate Tú”. 

Estuvimos en los diques donde me encontré con la pobreza, pero a la vez con corazones humildes que acogían cada una de las palabras que transmitíamos. La Palabra de Dios solo puede ser acogida con un corazón humilde. Visitamos a la comunidad de Asociados donde me encontraba como uno más en medio d
e ellos. Se nota el cariño y la familiaridad que tenemos. Poder hablar con cada uno de ellos hacia que en mi corazón hubiera un deseo grande de transmitirles a Jesús, al Padre Pierino y el carisma. A ellos les transmití tres breves pensamientos: hay que cuidarse uno mismo en la relación con Jesús, hay que cuidar la familia y cuidar la comunidad. 

Al día siguiente estuvimos con los jóvenes, donde les pude hablar de la vocación y de que escuchasen a Jesús, que tenía algo que decirles. Después de escuchar un testimonio del Padre Pierino, de compartir el testimonio, acabamos con un compartir fraterno. Los jóvenes me dieron una gran lección con sus testimonios: un amor grande al Señor y un empeño en querer seguirle con todo el corazón. 

El último día fue el retiro con asociados y simpatizantes. Yo me limité simplemente a transmitir la Palabra de Dios, la palabra del Padre Pierino y la del Padre Pío. Me conmovía ver que la palabra del Padre era una luz para ellos. A la vez que predicaba yo, me predicaba a mí mismo. Soy yo el que necesita vivir así. La dirección espiritual y las confesiones fueron una constante durante estos días. Qué belleza transmitir a Jesús y su perdón. 

Cuando parecía que todo había acabado no fue así. Después de la cena, me fui a la casa de las religiosas donde estaba alojándome. Cuando entré, me encontré con un grupo de juventudes franciscanas. Me pidieron poder exponerles el Santísimo y que les dirigiera unas palabras acerca del Padre Pio y de la vocación. Les hablé de mi vocación como Sacerdote y como Siervo del Sufrimiento. Fue una bella oportunidad también para hablarles al corazón. Me emocionaba. Estaba emocionado. Esa emoción era una súplica y una oración para Jesús de querer vivir siempre unido a Él. 

Colombia 

Llega el momento de partir. Me voy con el corazón lleno del amor de la familia y del amor de Dios. Siempre que estoy en tierras latinas mi corazón se ensancha y se llena del amor de Dios. Fueron días maravillosos en la familia de los Asociados y con las Hermanas. ¡ Todos miembros de una sola familia!. 

El vuelo hacia Colombia estaba preparando. En mi corazón había una doble sensación: por un lado, tristeza de la despedida, de dejar Costa Rica y, por otro lado, alegría, ya que me iba a encontrar con mi amigo Andrés. Andrés para mí es un hermano y un amigo. Tenía muchas ganas de verle para poder compartir y pasar unos días de descanso. 

Aquí en España hay un dicho que dice que “el hombre propone y Dios dispone”. Días de descanso iban a ser, pero también el Padre Pío tenía muchas cosas preparadas para mí. 

Mi llegada a Colombia fue después de dos horas de vuelo. Yo ya me había hecho al horario ya que había estado con Paulina en Costa Rica 7 días. El camino hacia Jericó fue de mucha emoción. Mi corazón estaba deseando encontrarme con Andrés. Habíamos compartido durante 4 años en España y fueron años preciosos. Llegué a la Catedral donde está destinado. ¡Qué bonito encuentro! La emoción fue común para los dos. Nos dimos un abrazo e intercambiamos algunas lágrimas. A día de hoy, escribiendo este relato, todavía salen de mis ojos. Aquí uno se da cuenta de la importancia de una amistad sana. Una amistad que te lleva a Jesús con la que puedes compartir y abrir el corazón. Esto es la Iglesia. Una familia, que vayas donde vayas, no eres extraño y puedes compartir tu fe con amigos y con hermanos. Así me he sentido yo, tanto en Colombia como en Costa Rica. Estar con familia donde no soy extraño. 

Estos 7 días en Colombia fueron días de descanso, de compartir, de estar con el Señor y como no, de anuncio del Carisma y de Padre Pío. Estoy convencido de que fue el Padre Pío quien fue hilando este encuentro. Yo solamente iba a descansar, a encontrarme con mi hermano sacerdote y a entronizar una imagen del Padre Pío que ellos mismos habían comprado allí. 

Mi encuentro con las personas de allí fue muy especial. Muchos de ellos ya me conocían. Me ayudó mucho encontrarme con gente sencilla, humilde, de fe, donde ciertas cosas no tienen tanta importancia como la tienen aquí en España. Yo pude experimentar allí lo importante de la vida, una fe sencilla y llena del amor de Dios. Estar compartiendo la experiencia con ellos, la Eucaristía y la oración me puso en mi sitio de nuevo. Aquí me doy cuenta de que no es tanto lo que yo diga o haga sino lo que Dios tiene preparado para mí. Como decía antes, yo estaba convencido de que era el mismo Señor quien quería de nuevo evangelizarme. ¡Cuántos detalles tan bonitos en la oración, en la Eucaristía, en el trato intimo con Jesús y con Padre Pío! Yo no me sentía digno de recibir tantos dones. 

Andrés me estuvo llevando por la naturaleza, por ciertos pueblos donde mi corazón y mi mente descansaban. Qué bonito ver aquellas casas en la montaña, esas fincas con pequeños oasis de agua donde los animales podían beber y refrescarse, montañas con diferentes tonalidades de color verde... ¡Qué descanso del alma!

Al día siguiente de llegar, el Padre Andrés, en el canal local de televisión, tenía que grabar un programa de 5 minutos. Este programa trataba de un comentario acerca del Evangelio del día. El padre me invitó a participar durante los 7 días de programas. Fue una bendición porque aprovechamos para anunciar por el canal local que el viernes siguiente íbamos a tener la entronización de la imagen del Padre Pío en la Catedral y se iba a venerar el mitón-guante de Padre Pío. 

Aquí estuvo la mano del Padre Pío. Aquí, tanto Andrés como yo, nos dimos cuenta del sentido de mi viaje a Colombia. El Padre Pío y el Padre Pierino querían entrar en Jericó. Jericó es el lugar de nacimiento de Santa Laura Montoya. Andrés decía que nadie es profeta en su tierra ya que la santa allí no era tan valorada como lo ha sido el Padre Pío. Este es el juego de los santos. 

Mientras contábamos el encuentro que íbamos a tener el mismo viernes, el cámara que nos grababa, se quedó admirado de que el Padre Pío hubiese llegado. Parece ser que él era devoto, o le gustaba la vida del santo de los estigmas. Por ello me planteó dos cosas. La primera, una entrevista de 45 minutos donde pudiese hablar del Padre Pío, del Padre Pierino y de los Siervos del Sufrimiento. La otra cosa, en otro programa local, durante 15 minutos, una entrevista acerca de mi vida y padre Pío. Andrés y yo nos miramos y dijimos, a pesar de que no me gusta salir en televisión, que sí. Que no éramos nosotros sino la voluntad de Dios. El Padre Pío así lo quería. Y así fue. Hicimos estos dos programas. El de 45 minutos fue una bonita entrevista que me hizo a mí el Padre Andrés. Se notaba el cariño y la amistad entre los dos. El me conocía bien y supo hacer las preguntas que eran necesarias. Ahí pude hablar detenidamente de cómo el Padre Pío, el Padre Pierino y los Siervos del Sufrimiento habían hecho una obra importante en mi vida. Pude hablar con el corazón a pesar del miedo que corría por mis venas. 

La otra entrevista ya fue más de andar por casa. Me hicieron dos o tres preguntas más sencillas. 

Llegó el viernes. Una semana muy intensa de emociones. Visitas a diferentes casas. Subidas y bajadas por las veredas de Jericó. Yo estaba feliz y emocionado de estar por aquellas tierras. A veces me venía la tentación, el miedo, la ansiedad y el decir: no me creo que pueda estar aquí. Cuando ocurría esto descansaba en Él. Estos días en Colombia fueron días preciosos de estar con el Señor. Era Él quien me había llevado. Su abrazo a través de los demás consolaban mi corazón. El encuentro con la gente sencilla, el poder hablarles a ellos para mí era un descanso del corazón. Estaba hablando de lo que mi corazón está lleno: de mi amor a Dios, de mi amor al Padre Pío y al Padre Pierino. Me daba cuenta que en la sencillez puede entrar Dios. Así era. Un corazón sencillo y humilde puede dejar que las palabras lo atraviesen y lo transformen. 

Comencé el encuentro con una breve charla sobre la vida y la espiritualidad del Padre Pío. Me di cuenta de cómo la gente vibraba con su vida y su espiritualidad. Se emocionaban de ver la obra de Dios en este fraile. Luego nos encontramos con gente que había venido de los distintos lugares, no solo de Jericó, sino también de Medellín. El Padre Pío había entrado en ellos. Algunas otras parroquias de los pueblos de alrededor habían pedido al Padre Andrés la posibilidad de ir a llevarles el mitón y la vida del Padre Pío, pero no pudo ser. Lo que sí vimos es que vino gente con devoción al Padre y que no se era consciente y, por otro lado, el encuentro con la imagen y el mitón despertó el hambre por conocer la vida de este santo que ha llevado a tantas almas al Corazón de Jesús. 

Después de la charla hicimos la bendición de la imagen y la colocamos en el altar de la Catedral junto al mitón del Padre Pío. La gente se acercaba a ella emocionada. Con sus peticiones en el corazón, como les dijimos, para que el Padre Pío se las presentase a Jesús. Gente humilde y sencilla que le ofrecía a su familia, a sus enfermos, a sus amigos y sus sufrimientos personales. Cuando el Padre Pio entra en el corazón de una persona que sufre, ya no sale más. 

Para finalizar el acto, hicimos la oración “Has venido a visitarme” y pasaron uno a uno a presentarles a través de la reliquia, sus súplicas y peticiones. En la Catedral habría unas 70 personas. Durante el fin de semana pasaron muchas personas de los distintos pueblos, grupos de jóvenes, de monaguillos donde puede explicarles quién era este santo y la obra que había hecho con los Siervos del Sufrimiento. Qué bonito poder hablar de lo que a uno le ha hecho tanto bien. 


Padre Pío ha querido quedarse en Jericó junto con Santa Laura Montoya. Yo estoy convencido de que juntos harán de las suyas y tocarán el corazón de todo este pueblo de Jericó. 

Llegó el lunes. Era el momento de marchar para España. La misión se había cumplido. No por mí sino por el Santo Fraile. Él fue quien movió los hilos. Nosotros, los sacerdotes, éramos meros instrumentos. 

El Padre Andrés quedó feliz de la obra del Padre Pío en su corazón y en la Catedral. Él había estado conmigo en San Giovanni Rotondo, y esa visita le hizo mucho bien también en su ministerio sacerdotal. 

Era el momento de despedirnos. Un abrazo de hermanos y amigos hizo que otra vez más nuestras vidas se unieran más para siempre. Es un regalo tener amistades santas y buenas. Amistades donde poder hablar de las cosas de Dios y de lo que pasa por nuestros corazones. 

Si Dios así lo quiere, hablábamos entre nosotros, el próximo año haremos las visitas por las distintas parroquias de la zona donde no se pudo llevar la reliquia y el testimonio del Padre Pío, Padre Pierino y los Siervos del Sufrimiento. 

Doy gracias a Dios. Han sido unos días en los que el Señor nos ha bendecido a través de la vida de los Santos. Durante estos días estuvimos visitando la casa de Santa Laura Montoya y la casa natal de un mártir de la guerra de 1936 en España, de Barbastro. Los Santos nos llevan siempre a Jesús".

29 de agosto de 2024

Testimonio Misionero de Ana Esther en Kenia #VeranoMission

 Son muchos los testimonios que hay en este verano por distintos puntos en los territorios de Misión. Uno de ellos es el que nos cuenta Ana Esther de la Diócesis de Getafe. 

1.-¿Nombre?

Ana Esher Alvaro Arija (Lala)

Trabajo en un Banco, 50 años, tengo 2 hijos adolescentes, un perro y un gato.

2.-¿Cómo ocurrió para que te fueras de Misiones?

El año pasado pensé que para este año quería ir a una misión, pero las cosas se complicaron a todos los niveles: laboral, familiar, económico, estoy en pleno proceso de búsqueda y cambio de trabajo… por lo que pensé que ahora no era el mejor momento. Pero una cosa es lo que planeas y otra lo que Dios tiene para tí.


Una amiga mía me metió en un grupo de WhatsApp de amigos católicos, no suelo prestar mucha atención a este tipo de grupos lúdicos, pero leyendo en transversal vi: MISION KENIA 2024. En ese mensaje aparecía un link para una próxima reunión por zoom. Me conecté, era una misión llamada Mary´s Children Mission, relativamente joven (3 años aprox). Se dedica a evitar el aborto a las madres que no tienen medios, traer a los niños a la vida. Las madres ingresan en la casa desde cualquier momento de su embarazo y hasta uno o dos meses después del parto. Entre tanto, en la casa, se les da soporte emocional, alimentación, material sanitario, e incluso clases de costura donde elaboran bolsitas que después se venden, como contribución al propio mantenimiento de la casa. Después tuvimos otra reunión presencial con el misionero fundador Fernando Gutiérrez, “Fernandote” o “Dote” (su apodo). Dote solo nos dijo una cosa: “Que dejéis de preguntar y venid! Allí hay trabajo para todos”.


Tres semanas de Misión.

Sin tener mucha mas información, fuimos para allá un grupo de 14 personas (mas de 20 en total, con los que ya estaban allí)


3.-¿Cómo te ha ayudado a nivel humano y espiritual esta experiencia?

Es un encuentro tridimensional con el Señor, sentarte a comer con Él, entrar en su casa, recibir su abrazo. … muy profundo, impactante…He llorado mucho.

Muy cerca de la misión, hay un vertedero donde viven 100.000 personas, familias enteras hacinadas en 20 metros cuadrados. Visitamos algunas familias para llevarles donativos; comida, medicamentos, ropa. Ellos nos recibieron con tal agradecimiento y emoción, que pesó sobre mí un profundo sentimiento de vergüenza; porque les damos lo que nos sobra. ¡No hay lección más grande que esa!

He aprendido a agradecer, los que no tienen nada, lo agradecen todo. He aprendido que no se trata de hacer grandes cosas, si no pequeñas cosas con gran amor. He aprendido sencillez, humildad, para el Señor las cosas son muy simples. He aprendido del abandono a la providencia de Dios de esas gentes, que no tiene parangón. He aprendido a Orar en el silencio de la adoración.

Yo pensaba que iba a ayudar, pero la realmente ayudada he sido YO.


4.-¿Qué tal todos en la Misión?

¡Muy bien! Una convivencia fantástica pese a la diferencia de perfiles de edad, profesionales y personales.

En la misión no teníamos agua corriente (nos duchábamos con cubos), ni electricidad (alumbrábamos la habitación con velas), no había espejos, y a pesar nuestros distintos cometidos, compartíamos desayuno, comida y cena, oraciones, canciones y muchas otras actividades.

Cada uno se dedicaba durante el día a aquello a lo que se sentía llamado, allí donde estaban sus dones: pintar, jugar con los niños, asistir a las madres en el hospital, ayudarles en la casa, colaborar con otras entidades, como: las hermanas de la Caridad de Calcuta (con niños discapacitados),una casa de acogida de niños en situación de vulnerabilidad (Anita Home), Hermanas de Lagarba (con adultos discapacitadas)… etc, pero siempre acabábamos el día reunidos compartiendo.

5.-¿Qué han pensado tus familiares de esto?

No les ha sorprendido, ya me conocen :). De hecho quiero comprometerme en firme con la misión, en lo que pueda hacer desde aquí y volveré el año que viene: tengo muchas ideas y planes que proponer.


6.-¿Has transmitido la Fe?

He llevado unas dinámicas de oración:

- Oración de intercesión: Esa poderosísima oración en la que una mujer rezan por todas, y todas rezan por una. Nos sentimos unidas, compartiendo testimonios, inquietudes, preocupaciones deseos...

- Oración de los deseos: Donde cada una escribía en un papel de manera anónima una petición. Las peticiones se colocaban en un cestito. Después cada una cogía una petición de otra persona, y rezaba por esa petición para la persona que lo escribió y lo mismo para ella misma. Es una preciosa oración a través de la cual Dios nos habla en silencio.

- Oración del espejo: Se sitúa un espejo en el altar rodeado de velas, cada mujer se colocaba de rodillas mirándose en el espejo, con los mismos ojos que Dios la mira. Al mismo tiempo, el resto de las madres, sentadas en círculo a su alrededor, le decía en voz alta lo que admiraba o agradecía de ella. Era una oración muy profunda y bonita, que nos ayudaba a reafirmarnos como hijas amadas por Dios.

Estas valiosas oraciones, fomentaron la unión entre todas y en el Señor. Se compartía con sinceridad y generosidad, desde el corazón, en una sociedad donde la gestión emocional no se considera, ya que en muchas ocasiones, no tienen sus necesidades mínimas cubiertas.

Próximamente llevaré la Oración de las Madres (The Mother’s Prayers), esa oración que realizan grupos de mujeres de todo el mundo, que rezan por sus hijos.


También me acompañé a las mujeres en los partos, en el hospital. Allí las mujeres paren solas (sin un familiar cerca), llevan su palancana y su rollo de algodón, dilatan solas, paren solas en un habitáculo bastante frío, y después con la episiotomía recién hecha, se ponen en pié ellas mismas y se lavan como pueden. A veces me sentía rara, algo desubicada, pero luego pensaba que una mujer nunca olvida el día que nació su hijo, y que ese día hubo una mujer blanca con un crucifijo que le dio la mano, la masajeo, la alentó, la acompañó y sobre todo: rezó con ella. Quizá ese pequeño gesto, deje huella del Señor en alguna de ellas, sobre todo, las no creyentes.

7.-¿Qué tal el clima?

Ahora ha sido invierno y las temperaturas rondan de 15 a 25 grados.

8.-¿Qué dirías Ana Esther, a las personas que quieren ir a la Misión

Lo mismo que me dijo Dote: ¡QUE DEJEIS DE PREGUNTAR Y VENGAIS!

Para los que quieren hacerlo pero no se atreven a dar el paso: Os aseguro que lo que recibes es inmensamente mas grande que lo que das. La felicidad interior que siento, no la pude imaginar.

La oportunidad de ir a la misión es un regalo de Dios para tu vida.

9.-¿Algo por lo que dar gracias y algo por lo que pedir?

Gracias por todo: por las madres, por las nuevas vidas, por los misioneros, por la experiencia vivida.

¡Gracias Señor por haberme dado el Don y la Gracia de estar aquí, por haberme acercado a Tí de esta manera, por haberme transformado por dentro de manera irreversible!

Y pedir: por las personas que soportan la Misión; Gladys, Josua y Dote, para que no desfallezcan y Dios les de la fuerza y el coraje de seguir adelante cada día con el mismo amor e ilusión.

 

*** 

Nuestro agradecimiento a Ana Esther Álvaro por darnos su Testimonio y sus experiencias misioneras en este verano 2024.

 

 DELEGACIÓN DE MISIONES DE GETAFE


8 de agosto de 2024

Pablo Fernández Martos comparte su testimonio de Misión desde Kenia

El párroco de Jesús y San Martín, Pablo Fernández Martos, ha viajado de misiones a Kenia junto a un grupo de jóvenes y con la colaboración de una organización llamada Matunda Familia, creada por una familia de Boadilla del Monte. Matunda es una palabra en suajili que significa ‘frutos y familia’, igual que en España.

Esta organización está tratando de ayudar a niños y personas con discapacidad en Kenia, concretamente en la ciudad de Ngong, lugar hasta el que se ha trasladado este sacerdote diocesano.

Desde aquel territorio africano nos hace llegar su testimonio y también su petición de ayuda para comprar una nueva furgoneta con la que trasladar a los pequeños desde su casa hasta la escuela.

“Matunda ayuda en las escuelas a crear aulas especiales a las que puedan asistir estos niños. Han conseguido una furgoneta con un conductor de confianza que todas las mañanas recoge a los niños haciendo diferentes rutas y les va llevando a tres escuelas que es donde, de momento, hay aulas especiales abiertas. Y en total, Matunda atiende más o menos a 50 niños y personas con discapacidad. Hay también algunos adultos”, explica Pablo.

Esto es algo revolucionario en esta localidad “porque está permitiendo que muchos niños que estaban en su casa sin poder salir y sin medios para poder educarse, puedan acudir ahora a las escuelas, lo que les llena de alegría y de contento”.

“Aunque la furgoneta que se ha averiado, se pueda reparar, necesita ser cambiada por otra más nueva que garantice el transporte de los más pequeños. La idea es facilitar la posibilidad de que estos niños puedan acudir a la escuela, tener una educación y lo necesario para poder salir adelante en un país donde, como podéis imaginar, las condiciones para niños con discapacidad son muy difíciles”.

El sacerdote y los jóvenes han tenido oportunidad de conocer todo el trabajo que se desarrolla con estos niños y también compartir su alegría y sus juegos, darles de comer o transportar seis sillas de ruedas donadas para los niños con más discapacidad.

“Felicity -relata Fernández Martos desde Kenia- tiene una parálisis cerebral y gracias a una silla especial y este transporte puede acudir a esta escuela donde dan lo que se puede dar. Sobre todo, se les da esa dignidad que muchas veces les falta a estas personas y el reconocimiento social y la visibilidad que a veces no tienen porque están un poco escondidos”.

“Es verdad que en África todo el mundo quiere la vida y acoge la vida, y los vecinos quieren mucho a esos niños, pero también es cierto que muchas veces no están preparados para tratarles o educarles; les quieren muchísimo, les cuidan lo mejor que pueden, pero no tienen tampoco las herramientas para poder hacerlo”, explica.

Fernández Martos comparte su emoción “al contemplar el rostro de Dios reflejado en estos rostros sonrientes y agradecidos que te reciben con una alegría desbordante”.

Los niños han acogido a la comitiva diocesana con cariño y con alegría, pero también con curiosidad ante su tipo de piel o de cabello.

“Uno tiene la sensación de que es el pastor el que va a buscar a la oveja perdida, pero también, al mismo tiempo, me siento abrazado por el Padre -representado en estos niños- como el Padre corre a abrazar al hijo en la parábola del ‘Hijo Pródigo’”, relata.

Los niños de la calle

Otra de las experiencias que más ha conmovido al párroco getafense es la visita al vertedero, un barrio enorme erigido sobre la basura. Allí ha encontrado una pequeña guardería que ha construido un hombre que en su infancia fue un niño de la calle y al que alguien, a su vez, ayudó a salir de esa situación.

Martos explica que “ahora él ha creado una especie de guardería, que tiene unos columpios y una pequeña aula, y donde recibe a 50 niños del vertedero a los que trata de dar de comer. Viven de la providencia, de lo que les dan para dar de comer, sobre todo arroz y legumbres".

“En medio de ese vertedero, en alguna de las casas que hemos visitado, la acogida ha sido increíble, con una gratitud muy grande. Y lo que más impresiona es que aquí, en Kenia, cuando alguien va a hablar en público, muchas veces empieza diciendo: ‘God is Good’ (Dios es bueno), y la gente contesta: ‘all the time’ (todo el tiempo). Entonces, el que está hablando dice: ‘todo el tiempo’, y la gente contesta: ‘Dios es bueno’. Es emocionante escucharlos decir eso, sobre todo en las condiciones de vida que tienen”, subraya.

“En todas partes, la gente con la que hablas, con la que tratas, siempre te dicen que Dios es bueno, que Dios está a cargo, que Dios les cuida, que Dios es fiel y bueno; impresiona muchísimo cuando te lo dice alguien que vive en una casa que tiene fácilmente cuatro metros cuadrados y en la que viven cinco personas, con la cama en la sala común donde hay una mesita con la comida. Los baños siempre son comunes, una letrina común y una ducha común”, añade.

El sacerdote manifiesta que “en medio de esa pobreza, el más pobre soy yo; ellos son ricos en caridad y en sonrisas. Nos están dando unas lecciones muy grandes, estoy muy conmovido y muy agradecido a Dios de poder vivir esta experiencia”.

Además, en esta experiencia han visitado un hogar para niños de la calle -Global Rescue Hope- creado por un hombre que se llama Joseph, que fue un niño de la calle y que fue rescatado por un buen samaritano que permitió que estudiara y que sacara una carrera.

Se trata de una especie de nave gigante con varias divisiones donde hay literas y donde viven entre 100 y 140 niños varones a los que ha rescatado del robo y de esnifar pegamento. Allí comen y viven de la providencia, y hay confianza, sin cerraduras.

“Joseph vive allí con su familia, y no hay cerraduras ni en la oficina ni en ninguna sala, porque la idea es que los niños entiendan que confían en ellos y que no van a robar. Y, efectivamente, es así. Los niños y jóvenes que están allí van saliendo adelante. Han sacado adelante ya a 500 jóvenes”, destaca el sacerdote.

En su estancia allí, los niños rescatados compartieron su testimonio de vida en la calle y después canciones y oraciones con Pablo y los jóvenes que le acompañan en la misión.

Son muchas las experiencias vividas por este grupo diocesano. En los próximos días van a visitar a las Misioneras de la Caridad.

De momento, nos piden oraciones para que todo lo vivido dé buen fruto y también nuestra colaboración económica para que la organización Matunda pueda seguir desarrollando su labor solidaria en África.

Si alguien quiere colaborar, puede hacerlo por transferencia a ES59 2100 5731 7302 0048 9203 (Caixabank) o por BIZUM -MATUNDA-FSH al número 09360.

DIOCESIS DE GETAFE

3 de julio de 2024

El Seminario de Getafe se va de Misiones a Chile

 

Llega el mes de las vacaciones y también ir de Misión en la Diócesis de Getafe.

Los jóvenes misioneros se van a Camaná y a El Salvador. Ya fue la Misa de envío el pasado 17 de junio en la parroquia de Sta. Maravillas de Jesús en Getafe, celebrada por el Obispo de Getafe, D. Ginés García Beltrán.

Y ahora también llega el momento al Seminario de Getafe, como parte de la formación de los seminaristas, tal y como recomienda el Plan de Formación Sacerdotal de CEE, que han vuelto a retomar las misiones "ad gente". interrumpidas por la pandemia.

Se van a Chile, a la diócesis de Villarrica, los cuatro seminaristas de cursos superiores (5º y 6º curso), acompañados por el P. Javier, uno de los formadores; según palabras del rector del Seminario P Cruz Gonzalo López Palomo.  

"La idea es dejar establecida ya esta actividad para los seminaristas de 5° curso. En principio, estos primeros años iremos a Chile aunque valorando la experiencia cada año".

"Elegimos Chile, para empezar, por las facilidades de experiencias anteriores y la presencia del P. Pablo Fernández- Martos estos últimos años. Además, el P. Javier también lo conocía y había estado allí", relata el rector.

Hoy, han celebrado una Misa para ellos esta mañana, antes de embarcar. 

"Queremos que el envío lo haga D. Francisco, el Obispo de allí (D. Ginés está en la Comisión permanente de la CEE), con el que hemos estado coordinando las actividades que van a realizar: ciudades y pueblos; parroquias y colegios; pastoral vocacional;..."

Buen viaje y Santa Misión.

DELEGACIÓN DE MISIONES DE GETAFE

18 de junio de 2024

Misa de Envío para los jóvenes Misioneros rumbo a Perú y a El Salvador


 Ayer 17 de junio, se celebró la Misa de Envío de los jóvenes que se han venido formando para ir a Misiones destino a Camaná (Perú) y a El Salvador.

La Misa la presidió el Obispo de Getafe, D. Ginés García Beltrán y junto a él, el Delegado de Misiones de la Diócesis, D. Juan José Alonso Somalo. También los dos sacerdotes que se van a ir con los Jóvenes, el P. Miguel Luengo Sánchez, el P. Mateo Felipe Romero Padrón y el secretario de D. Ginés, P. Guillermo Fernández Fernández.

El acto fue sencillo y entrañable. Cuarenta y un chicos dispuestos a irse de Misiones en territorios, donde con palabras del Obispo, se van a encontrar mucha pobreza. Una pobreza, con alegría, porque la gente vive sus circunstancias de otra manera, sus valores, diferentes a los nuestros. 


Su vida, añadió D. Ginés, no va a ser la misma después de volver de Misiones, porque sus convicciones habrán cambiado. Lo que es importante ahora para el día a día, no lo serán después. Pues no se necesita tanto para tener esa felicidad. 

Llevar la Palabra del Señor, los Sacramentos,... hacen que sean un reflejo del Señor ante las personas que se van a encontrar, para transmitirles esa Fe y ayudarles en lo que puedan precisar. 

Terminó su homilía recordando el pasaje bíblico donde se narra el regreso de los 72 discípulos que Jesús mandó de Misiones a muchos lugares y ciudades y haciendo hincapié en lo alegres que volvieron. Les encomendó que volvieran así, como esos 72, a contarnos lo que van a vivir durante estas semanas y ojalá con esa misma alegría.

Monseñor Ginés, bendijo las Cruces para ponérselas a cada uno de ellos.

A Camaná se van 21 chavales, aunque una parte lo hará el día 3, los demás el 10 de julio. Su vuelta el 7 de agosto.

Y los 20 que se van a El Salvador, parten el 17 de julio y vuelven el 13 de agosto.

Así con el corazón lleno de Fe y el Espíritu encendido, los jóvenes Misioneros parten listos para comenzar su viaje. Un crecimiento de servicio y amor incondicional.